viernes, 15 de octubre de 2010

Cuento de Julio García Díaz

 La venganza del ajedrez

Hace exactamente un milisegundo que estaban una ballena y un arbusto jugando al Ajedrez.
Pero como siempre, acababa ganando la ballena. Un día se fueron a jugar a un arroyo y otra vez acabó ganando la ballena. Pero esta vez el arbusto se enfadó mucho más de lo habitual.
Para que la ballena no le ganara nunca más, tiró el ajedrez al agua.
Las fichas del ajedrez se enfadaron, se quisieron vengar del arbusto. Pensaron tirar al arbusto al agua pero eran muy pequeñas.
La ballena les quiso ayudar y dijo:
- Yo os puedo llevar a un santuario, que hace crecer a las personas y objetos, ¿cómo creéis que las ballenas somos tan grandes? pero...
Los caballos negros cortaron a la ballena y dijeron:
-Peros, siempre hay peros, seguro que esto sale mal.
Y salieron en busca del santuario.
Buscaron en América, en la Antártida, en África, de paso encontraron la Atlántida, pero no encontraban el santuario.
El rey blanco preguntó a la ballena:
-¿No sabías donde estaba el santuario?
 Y la ballena le contestó:
-No me dejasteis terminar. El pero era que no sé dónde está el santuario.
El caballo negro dijo:
-Ya sabía yo que esto iba a acabar mal.

Luego por la noche. De pronto se puso a llover, había rayos y truenos. Y empezaron a ponerse muy tristes, pero de pronto paró la lluvia y apareció un fénix que les dijo:
-El santuario esta en España, exactamente en Villarrobledo.
Y el fénix se fue agitando sus alas grandes y ardientes.
Y como un relámpago se fueron a Villarrobledo.
Una vez en Villarrobledo vieron el santuario y dijeron al unísono:
-¡Aleluya!
Entraron en el santuario y encontraron una fuente con un pez plateado, de pronto, el pez se transformó en un arcoíris muy brillante y por arte de magia empezaron a crecer y crecer, hasta volverse caballeros de tamaño real.
Cuando ya eran grandes salieron del santuario, y se dirigían a darle su lección al arbusto, se pusieron tan contentos que agitaron sus espadas, escudos...
Una vez ya en el arroyo el arbusto no estaba. Y la ballena dijo:
Rayos, a huido!  
Las fichas del ajedrez se enfadaron aún más.
Le preguntaron a una ardilla, a un delfín, a un mono. Pero nadie le había visto.
Preguntaron en Australia, pero nada. También en América, pero nada. Siguieron buscando en Europa, vamos, por todo el planeta.
Y las torres blancas dijeron:
-¡Ha desaparecido de la faz de la Tierra!
Y la ballena contestó:
Ya sé donde está!
Y ya por fin lo encontraron en su casa de vuelta de la compra. Y todas las fichas del ajedrez dijeron:
-¡Ajá!
Y así se pudieron vengar del arbusto tirándolo al arroyo.
Este se quedó atrapado echando raíces. Y así nacieron las algas y las fichas del ajedrez se convirtieron en los reyes y la gente de un reino, y con la ballena, claro.   


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